Recuerdo un año que hubo unas vacaciones escolares
tremenda, creo recordar que era el mes de octubre y todavía no habíamos pisado
el nuevo colegio. !Bueno! pues con todo y con eso nos pareció corta. Aquel viejo colegio
se nos había hecho pequeño y en aquel entonces su director nos había deleitado con la
construcción de un nuevo colegio, el director tenia la fe de poder ser el la
persona que lo dirigiera cuando lo inaugurasen.
Sus ojos le brillaban cuando
nos contaba como seria aquel nuevo colegio. Nos decía que su arquitectura era
algo asombrosa y nunca vista, estaba construido de hexágonos enlazados entre sí,
con unos pasillos enormes que podía pasar la banda municipal y hasta tocando el
himno de España, España, un comedor tremendamente grandioso y ventilado con
grandes puertas, estaban ya a punto de ser inaugurado y nos decía que los
materiales, las mesas las pizarras habían llegado y que había hasta un
laboratorio con microscopios y hasta la réplica de un esqueleto humano.
Nuestras caras de asombro eran palpables, aquel viejo director
estaba bastante entusiasmado y lo vivía, sobre todo cuando nos describía el
patio del recreo, nos decía que era enorme hasta lo que no podíamos ni
imaginar, nos decía que un niño se ponía en una punta y otro en la otra y por
mucho que gritaran jamás se oirían el uno al otro, eso siempre y cuando no
hubiese saltado el levante. Aquel profesor director era el decano del pueblo,
era el que teóricamente tenía todas las papeletas para ser elegido como el
nuevo director.
Llego el gran día y por mucha ilusión o ganas que
tenia aquel hombre se quedo sin ser el director, es mas se quedo sin ni
siquiera impartir una clase en aquel nuevo colegio, al menos yo jamás lo vi por
allí. Aquel colegio se inauguro y aquel viejo profesor director se quedo con
dos palmos de narices y comenzó ya a ser pasto de la historia. Un día dijeron no
sé quien que no fue elegido por motivos políticos pero que vamos en aquel
entonces yo no entendía ni una papa de esas cosas.
No se entiende ni ahora cuanto mas antes.
El nuevo director era un prenda bueno, no tenía nada
que ver con aquel viejo director, ese nuevo tipo dirigiría el nuevo colegio
como un perro de presa sobre todo para la visión de lo que por aquel entonces
eran los ojos de un niño. Allí encima de la escalera del recreo con sus manos
atrás nos observaba a todos inclinando ligeramente la cabeza de izquierda a
derecha con su abrigo largo y su pedazo de bufanda de lana blanca y verde como
los colores de Andalucía, Andalucía. Lo tenían que querer mucho al pedazo de
aparato ese, nada más por el trabajo que le costaría a esa mujer fuese quien fuese para hacerle de punto de lana esa enorme bufanda que veces tambaleaba por el viento del norte o de levante como la
bandera de viva representación de la nueva enseñanza luciéndose con los nuevos vientos.
De todas las cosas nuevas y asombrosas que tuve que
contemplar en mi primer día de clase fue una que desbordo todos mis pronósticos
y fue la sensación más grande de todas las que me hubiese podido imaginar, una sensación
que me paralizo después de que aquel viejo conserje en aquel amplio pasillo me
señalase con el dedo la clase que me tocaba.
Al entrar en mi primera clase observe a un profesor
calvete y bajito que me recordó al de la etiqueta de anís del mono, un peazo de
tío y una gran persona que me sirvió de ejemplo y referencia de educación y
conducta, un tío que me dio una lección impresionante, la primera lección nada más
entrar en la clase.
Nada más entrar y verme la cara de asombro al ver
que en la clase había niñas de la misma edad que yo, niñas de todas clases y de
todos los colores, esa fue para mí la gran sensación a la que me refería cuando entré
y cerré la puerta.
El profesor me miro y se dirigió a mí, me pregunto
por mi nombre y mis apellidos yo se los di y el tratándome de usted me dijo.
-Haga usted el favor de salir fuera y volver a
entrar
Yo era bastante obediente y prudente y le obedecí,
en aquel entonces no habia otra cosa. Salí y volví a entrar y una vez dentro se
volvió a dirigir a mí para decirme lo mismo que antes, o sea volverme a
expulsar para volver a entrar, mientras yo lo hacia así durante cuatro o cinco veces, la clase estaba interrumpida, y sin querer y en contra de mi voluntad
estaba haciendo una cosa que procuraba con todas mis fuerzas evitar y no era
otra cosa que llamar la atención de todos, mientras entraba y salía de la clase
y todos me observaban en silencio. Ya me estaba cansando y lo estaba tomando
como una burla del profesor cuando un compañero en voz baja grito mi nombre y me
dijo.
Da los buenos días ¡cohone! da los buenos días, que
nos va a tener así toda la mañana.
Entonces di los buenos días.
Y el profesor dijo:
-¿Durillo de mollera?! Eh!
Y yo dije:
-¿Que?
Muy bien, dijo el, ahora que acaba usted de reconocernos a
todos como personas que somos, haga usted el favor de tomar asiento y ponga
usted atención y sobre todo no se distraiga.
Lo de tomar asiento eso era bien sencillo pero eso de
poner atención y no distraerme, eso iba ser una cosa muy pero que muy complicada
para mí.
Chiclana de la frontera. mi nuevo colegio.
Chiclana de la frontera. mi nuevo colegio.
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