jueves, 9 de junio de 2011

RECUERDO DE UNA MEMORIA (Invación alienígena)

Aquel sábado por la mañana de aquellos finales de los sesenta se prometía un pedazo de sábado, el sol pegaba con entusiasmo sobre aquellas paredes de cal que bañaba y relucía mi calle y el cielo estaba tremendamente azul. Y en mi patio se mezclaba la cal con las hojas de parra y la del aquel viejo damasco melocotonero que lo adornaba. Que por mayo era por mayo y aquella mañana yo salía hacia la casapuerta cuando de pronto inconscientemente pise el rabo del gato pardo de mi abuela. El animal dio un salto e hizo ¡guuuiiigggg!



Irremediablemente me araño en uno de mis gemelos que no me acuerdo quien era de los dos. Mi madre me quería una cosa mala tan pronto vino hacia mí y me abrazo me dijo que no era nada, me junto un poquito de mercurio y me puso un bocadillo de manteca amarilla de una lata que tenía una vaca y yo le decia mantequilla de la vaquita.
Nunca me olvidare de aquellos años y de todo lo que me quería mi madre pero a mi padre que nadie me lo deje atrás, ese sí que me quería hasta pa asustarse. Cojio er tio un palo y persiguió ar gato por todas las azotea de la banda más de media hora, menos mal que no lo cogió, lo iba a sentir por el animal porque aquel gato pardo era una jarta de buena gente y nunca se metía con nadie, yo lo quería mucho también. Pero lo pise sin querer y el animal reacciono mal. Creo que me araño también sin querer por eso cuando vino a los dos o tres días muy suave yo le dije a mi padre que lo perdonara y mi padre me dijo: ¡lo voy a perdonar solo porque tú me lo pides! y lo perdono.
Sentado en el escalón de la casapuerta de mi casa trabajándole al bocadillo para que se me pasara el disgusto de pronto vi un chorro de gente calle abajo aglomerada, inquieta, revoltosa. Llame a mi madre para que se asomara y mi madre que era curiosa por naturaleza me cogió de la mano y me acerco para enterarse de lo que ocurría. En una de las calles de abajo trasversales a la mía se divisaba el panorama de mi pueblo blanco con la ermita arriba, a su pie el rio y junto al rio una huerta abandonada con una alberca seca abajo del todo y muchos niños subidos a los arboles que habían más arriba.
Toda la gente mayoría mujeres y niños hablaban de aquella alberca y de lo que contenía que nadie había visto y que nadie se atrevía a ver, excepto una señora que su hijo vino llorando y diciéndole que allí había cuatro marcianos y la señora se asomo y se asusto al ver que eran como gusanos y no tenían piernas.
A unos cincuenta metros de la alberca algunos niños mayores que yo se subieron a los arboles y relataban lo que veían y efectivamente decían que eran cuatros y que no tenían pies. La gente cada vez estaba más nerviosa, aquellas mujeres no se atrevían a acercarse y el pánico se apoderaba de ellas al ver aquella señora testigo de los hechos que lloraba desesperadamente con su hijo de la impresión que se había llevado. Ya empezaban a decir que había que dar cuenta al ayuntamiento para que viniese la autoridad pero nadie se atrevía a dar ese paso.
¿Quien se atrevía a decirle a un municipal que en el huerto abandonado de Pepa Santo había marcianos?
Manolo venia calle abajo, cuando todo lo vieron y le preguntaron todos a la vez hacia donde iba y manolo dijo: ¡voy al pilar! ¿Qué pasa? manolo era una mijita dejao de veni o sea una jarta de tranquilo y su mujer le decía: manolo, manolo no coja por ahí, coge por el puente grande y manolo le decía: ¡anda mujé que voy a da yoooo…. esa guerta!
¡Manolo espérate que hay marcianos allí abajo, no baje! no baje manolo y manolo le dijo a su mujé: ¿marcianos? ¡Quita que paje tonta! Manolo se dirigía hacia la pasada de piedras del rio directo hacia el pilar sin más remedio que pasar junto a la alberca. Todos estábamos en silencio excepto su mujer que estaba muy excitada insultándolo y animándolo a que se volviera.
Manolo se paro y se dirigió a la alberca seca y se asomo, seguidamente dio un salto y se introdujo en ella, hubo unos segundos de silencio y no se oía ningún lamento pero de pronto un humo blanco empezó a salir de la alberca y empezaron todas otra vez a graznar y a ponerse nerviosas. Alguna maria decía: ¡míralo ya lo han fulmigao! El hijo de manolo que tenia la edad mía corrió para los arboles y le pregunto a los niños que le pasaba a su padre, los niños le dijeron que su padre le había dado un cigarro a cada uno de los marcianos porque los marcianos se lo habían pedio por seña y que se los estaban fumando y los marcianos tosían mucho.
El niño corría para arriba diciéndole a su madre que su padre le había dado a los marcianos cuatro celtas cortos sin emboquillar. Seguidamente manolo salió de la alberca y tomo el camino hacia el pilar echando humo como una chimenea y graznando. El también se fue fumando.
La gente ya estaba ya más tranquila algunas decían: ¿Marcianos fumando certas cortos? ¡Me extraña, me extraña! Y una de ellas llego a decir: ¡ya decía yo que no había cohete ni platillo volante aparcao por ningún lao!
Lentamente llegaron a acercarse poco a pocos entre todos y se acercaron al borde de la alberca. Solo recuerdo lo que vi que eran cuatro personas muy extraña y muy raras dos hombres y dos mujeres, todos tenían el pelo largo y los hombres uno de ellos era pelirrojo y el otro rubio los dos con larga barba y las dos mujeres guapísimas y despeinadas con muchas marañas, los cuatros con cintas en los pelos como los indios.
Salieron de esa funda donde estaban metidos que eran como sacos para dormir con cremalleras y eran gente normales como todos con brazos y piernas al igual que nosotros eso si hablaban en otra lengua eran extranjeros.
Luego de regreso a casa pensé de no decirle nada a mi padre, no fuera a ser que cogiera pa la alberca y se liara a palo con los cuatros marcianos. Días más tarde oí decir que eran gente muy moderna, que se llamaban hippies y en aquel entonces yo no sabía donde geográficamente se encontraba aquel país.
Invacion Alienigena. Chiclana de la Frontera

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