domingo, 26 de febrero de 2012

Recuerdo de una memoria (Mi primer colegio)


Recuerdo mi primera vez, de la mano con mi madre por aquella calle de los jardines que nunca supe donde estuvieron esos jardines para que esa calle se llamase así. Toda ella empedrada con chinos grises y limpios y con sus aceras de piedra de tarifa también gris, recuerdo aquel Don Melchor y su maña y costumbre de cogerse el pantalón de tergal por las rodillas con la punta de los dedos y levantarse rápidamente para poner orden cuando lo precisaban las circunstancias. Las circunstancias de tener en una especie de nave con vigas de madera una cantidad de niños que se diferenciaban bastantes unos de otros porque sus logros eran pasar hacia delante con aquellos libros que se denominaban como unidades didácticas.
El  profesor tenía un método que era infalible en el que nadie lo podía omitir y este método era el premio de pasar hacia delante con el esfuerzo y la conducta, cuando por primera vez desde la última fila veía como unos se quedaban detrás y otros me adelantaban. No había cosa más humillante que no adelantar de pupitre o que te mandasen a otro pupitre más atrás.


Los de la primera fila eran los más respetados por todos y todos los días uno de ellos escribía en un blog que entre sus hojas tenían plásticos de colores y anillas brillantes de color plata que se abrían y cerraban. En el recreo cuando muchos nos poníamos en cola para beber del grifo que estaba abajo del todo a veces decían:
¡Cuidado que viene el del blog! Y al del blog le cedían el turno para beber porque ese día era el alumno más respetado y la máxima autoridad, porque aquel alumno tenía la responsabilidad y el cuidado de no estropearle el blog al profesor con una mala caligrafía. A cualquiera no le daban la oportunidad de escribir en un blog y todos pero todos teníamos la ilusión de ser aquel niño del blog algún día y créanme que a todos nos llego ese día y llegamos a hacerlo.
En aquellos cuadernos rubio se veía nuestro futuro y en aquellas entradas de verano de aquellos últimos sesenta se arrimaban las primeras tardes de calor, nos guardábamos de las cagadas de las golondrinas que se colaban por aquellas grandes ventanas para anidar en el techo y os reíamos cuando se cagaban encima de algunos.
Cuando eran las cinco de la tarde Don Melchor nos sacaba a aquel patio de zahorra y nos ponían en filas y mandaba a dos de nosotros de la primera fila a sacar agua de un pozo y a un tal Juanito a pedirle prestado a una señora que había viviendo abajo en la entrada un jarro de zinc con mango de madera para que cuando esos dos de la primera fila viniesen hacia nosotros con el cubo de agua Juanito nos diera a cada uno un jarro de agua que nos sabía a gloria. Cada vez que lo vaciaba en mi garganta recuerdo mi cara reflejada en el fondo de aquel jarro y mi frente llena de sudor.
Algunas veces nuestras clases eran interrumpidas para ver pasar un escuadrón de aviones o algún que otro helicóptero de dos hélices.
Cuando llegué a leer y  pude medio en condiciones descifrar la combinación del alfabeto comencé a fijarme en los letreros y en los carteles de colores, había algo que me entusiasmaba y eran los tres kiosco: el de la calle la vega, el del puente chico y el de la parada del canario y allí conocí al capitán trueno en color. Cuando me compre la revista me quede pamplao con los dibujos y las aventuras a color y luego y en lo mejor de todo decía: continuara…
Dios que cabreo, ¡me han engañao, valla timo! comprar un tebeo que no termina la historia. A la semana siguiente en el kiosco aquí está la continuación de la historia, el capitán trueno peleando con dos panteras, puedo descubrir cómo termina la historia de la semana pasada con tan solo ocho pesetas y yo sin un duro. Mi madre decía:
 ¡Ocho pesetas!, tu estas chalao!
-Mama solo son 8 pesetas
 -después por la tarde me pide todos los día una peseta para pipas y después un duros para el cine.
-El cine es solo en verano
-Y en invierno también
-Sí, pero en invierno solo son los domingos
-Y los diez reales de la media luna
-¿Qué media luna, ni na
-La de la confitería todos los domingos del invierno
-Uff que cruz
-Y después le tengo que dar a tu hermano también
-¡Ea! ya sarto con mi hermano como siempre. ¿Qué culpa tendré yo de tener un hermano, alguien alguna vez me pidió opinión para tener un hermano, acaso se lo encargue yo a la cigüeña?
Ahora lo que me faltaba mi vecinito de debajo de la calle que tenía otra revista con otro héroe, me pidió que le prestase el capitán trueno y él me prestaba el suyo un tal jabato. ¿Quién coño será ese jabato?
¡Dios! Este jabato es esclavo de roma y es fuerte ¡no vea como es! Y su novia Claudia es guapísima, este es mejor que el capitán trueno pero no puedo dejar al capitán ahí tirado en el kiosco, si fuese una persona de verdad seguro que me lo echaría en cara.
No me queda otro remedio que aprender a sumar bien a ver: ocho y ocho dieciséis más siete de pipas y más diez y diez y diez del cine....
me falta algo, me falta algo !!!! y la media luna.
¡Oju mi mare! 

Chiclana de la Frontera. Mi primer colegio.

2 comentarios:

  1. A mi siempre me gustaba más el Jabato. Y eso sí, me gustaba más Claudia que la nórdica Sigrid.
    Un abrazo

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