domingo, 13 de mayo de 2012

Recuerdos de una memoria (Mi mejor bicicleta)


Había llegado un nuevo profesor a la clase, un profesor con aire nuevo y nunca visto, rubio, alto, medio calvo, con gafas metálicas finitas y niqueladas y barbas rubias que destacaba de todos los formatos habidos y por haber de los profesores que ya conocíamos.
Este individuo para colmo medio hippie, medio artista, medio bohemio yo diría que era medio de todo y para mí algo fuera de lo común. Tenía gran afición al dibujo y a la pintura y fue por eso que enseguida nos compenetrábamos y nos llevábamos bien. El no era muy del norte pero tampoco era muy del sur yo diría que sería de por en medio como siempre. Sus orígenes eran parecido a Don Quijote así que sería por algún lugar de la mancha que no me acuerdo si lo llego a decir o no.
Un día llego a clase y nos dijo que en el lugar donde nació se bailaba una danza y nos advirtió que la iba a bailar pero que al que viese riéndose le pondría un cero patatero así que se puso las manitas detrás y empezó a dar saltitos en medio de la clase. Era muy buena persona y jamás maltrato a nadie y era bastante educado, todo un ejemplo a seguir, pero el día de la danza cayó lo menos diez o doce ceros y uno fue para mí.

Sus ideas eran nuevas e innovadoras así que un día nos propuso crear un periódico y repartió los cargos y las responsabilidades quedándoseme gravado el funcionamiento de un periódico y mi responsabilidad como redactor del mismo y encargado de la pagina de dibujos y humor. La primera tirada fue un rotundo éxito, los alumnos algunos muy participativos contaban sus experiencias y en cortitos y atractivos artículos redactados en Olivetti y fotocopiados en multicopistas montamos cada ejemplar y lo tiramos a la calle quedándonos bastante satisfecho con nuestro trabajo y nuestro limitado  sentido creativo. Aquella época era una época de luz y brillantez en todo lo que se meneaba y se moviese daba la sensación de que se podía hacer de forma diferente todo lo que te propusiera.
Era una época tan esperanzadora y con tal sensación que se palpaba en el aire la constante brisa de libertad por todos los sitios por donde pisase, todo lo nuevo era atractivo a la vista, la moda era a practicar, las mujeres por primera vez empezaban a desnudarse en las revistas y en el cine, pero en la vida real seguían como antes aunque todo era lo mismo nada era igual todo era diferente, todo lo que no se había visto antes por los ojos de cualquier chaval que estaba deseando de dejar los pantalones cortos y lo más atractivo era lo más agradable a su vista. Sin marcas, sin iconos y sin etiquetas. 
Un día nos pregunto este maestro si queríamos organizar una excursión a la playa de la Barrosa en bici el iría el primero y nos guiaría por la carretera, entonces no había tanto peligro de coches y la carretera era solitaria y frondosa de pinos verdes a sus lados, con su asfaltado azul agrietado y sus cunetas solitarias, cubiertas de tierra y pastos mezclados y secos por el sol que lo trajo la lluvia del último invierno. Así que pedimos permiso verbal a nuestros padres como el nos indico y todos nos lo dieron pero claro cuando me llego la hora de pedirle permiso a mi madre esta me dijo:
-¿No te da vergüenza ir en la bicicleta que tienes? Yo para ir con eso no iba con nada.
-¿Y qué quieres no tengo otra?
-Es que es una bicicleta de niño chico y se le sale la cadena
-Mi madre siempre fue muy exagerá
-Ya lo sé, pero la arreglare para mañana y me apañare, si al menos me comprara una nueva.
-Una, no es una, son dos, una para ti y otra para tu hermano. Tú te cree que voy a estar yo otros pocos de años con otra bicicleta para que tú y tu hermano se lleven todo el día peleándose por ella igual que habéis hecho con esa chiquitita.
-¡Ea! No tenía que salir el discursito de mi hermanito, ya me extrañaba a mí que mi hermano no saliese en la conversación.
-¿Qué dice?
-¡Na!
-¿Que ha dicho? !Te voy a dar un reves por tooo eso hocicos que tiene que te voy a quitar toa las pamplinas.
-vale, vale,
¡Nada! Que ya me apañare.
No se si dije antes que mi madre siempre fue muy exagerá
Final de calle los Jardines y principio de Calle Arenal, entrada del colegio Isabel la Católica año 1.974, 75 o 76 no más, casi seguro.
Allí me estaban esperando unas 20 bicicletas mientras yo con el alicate y mis nervios intentaba como podía anclar los ejes de la rueda de detrás y montar la cadena con el plato delantero y el piñón trasero pero una vez hecho la cadena volvía a salirse una y otra vez. Ya de cabreo cogí la bici y tire para abajo, di unas pedaladas y cuando el profesor me vio llegar me dijo:
-No pensaras venir en estas condiciones, anda vuélvete para tu casa, otra vez será. Además debes de aprender que para estas cosas tienes que venir preparado.
Después de preguntar si alguien tenía una bicicleta que prestarme aun reconociendo que una bicicleta era una bicicleta y eso nunca sobraba y al ver que se despedían de mí, abandone aquel deseo de visitar la Barrosa y allá iban todos en plan verano azul niños y niñas y el profesor por delante camino de la playa camino hacia la Barrosa.
Cuando todos fueron supe después de unos días que se lo pasaron bomba, era lo más probable en fin para eso fueron, quizás si hubiese ido yo jamás lo hubiese olvidado pero si hubiese ido jamás hubiese pasado lo que paso a posterior.
Cuando volvía cuesta arriba para mi casa con aquella pequeña bici de niño de 7 años que lo que le faltaban eran las rueditas laterales y con esa cadena arrastrándola por el suelo totalmente desanimado me paso una cosa increíble, alucinante, una cosa que jamás olvidare, algo que me hizo agradecer la buena hora y el buen momento de haberme perdido aquella excursión.
Un Señor vecino de la calle me pregunto que si era esa la única bicicleta que tenia, yo le respondí que si, y seguí hacia mi casa. Mi madre me tranquilizo diciéndome, menos mal que no estás con ese tiesto por la carretera. Totalmente desanimado me fui para la cocina y mi madre me llamo.
En la casapuerta cuando llegue a ella, me encontré una aparición. Mi vecinita Pepi que era una niña morena muy hermosa, simpática y vistosa que me atraía una cosa mala, ella era una de las hijas del vecino que me pregunto cuándo venia con mi bici.
Pepi entre sus manos soportaba el equilibrio de una Orbea negra brillante muy bien cuidada y totalmente equipada, Faro con dinamo, portaequipajes, cuerdas de elásticos con enganches metálicos para atar era algo impensable para un niño.
Pepi dijo mi nombre y añadió después.
-Mi padre quiere que te quedes con ella, dijo que ya va siendo hora de comprar un mobilette y no sabía a quién dársela que tuviese responsabilidad y sea digno de cuidársela. No podía pronunciar palabras y apenas puedo recordar y mucho menos percibir aquella sensación de felicidad en mi irrepetible vida. Aquella bici junto con otras poquitas cosas fue uno de los bombones de la caja de mi vida
Fue mi compañera de placer y fatigas en contra y en favor del levante, a parte de las veces que visite con ella la Barrosa no hubo un rincón de mi pueblo que no hubiese estado yo a cualquier hora del día con mi nueva bicicleta.
La autentica bicicleta del chiclanero trabajador, la que levanto a mi pueblo en su época, la que salían de el por las mañanas a trabajar, al campo, a Cádiz. La que sustituyo al borrico y la que fue sustituida por la mobilette campera o la push minicros.  La bicicleta de la bicicletas y yo tuve la suerte y sin esperármelo siquiera de haberme caído una de ellas desde el cielo para tenerla y disfrutarla a lo grande.


Chiclana de la frontera. mi mejor bicicleta


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