
Aparte de que me gustaba la sensualidad de Blancanieves,
me atraía bastante la belleza de cenicienta y la finura y elegancia de la bella
durmiente, había una mujer que para mí era más que una princesa, era todo admiración
y su cara, su figura y su gesto me fascinaba, era un amor tan profundo lo que sentía
por ella que ahora me avergüenzo por un lado pero por otro me resulta bastante
agradable recordarla con nostalgia y desde la inocencia del niño que todos
llevamos dentro.
Cada tarde no faltaba a su cita para ver sus
aventuras hasta que un día me la cogieron y me la maltrataron, me la amarraron en
un árbol dos gilipollas vestidos de negro que se hacían llamar los hermanos
malasombra y que me caían una harta de gordo.